Mis últimas semanas en Aotearoa (NZ en maorí, significa “tierra de la larga nube blanca”) las paso entre Paihia y Auckland. Después de la experiencia con Don y Teresa en Echo valley olives me vuelvo a Paihia por segunda vez. Este pequeño pueblo costero se ha convertido en mi vía de escape, ¿Será la gente? ¿El hostal? ¿Las vistas? ¿Las playas? El caso es que estoy de vuelta en cap'n bob beachhosue. Me vienen a la memoria recuerdos de cuando estuve aquí por navidades y fin de año, por entonces tuve suficiente tiempo para hacer buenos amigos, ahora ya no queda nadie de la gente que conocí, sin embargo, se alojan nuevos viajeros venidos de todos los rincones; dos chicas que son la versión femenina de zipi zape, irlandesa y americana, dos chicas mas de Canadá, un ingles, otra americana, una finlandesa, y muchos mas...
Tengo que chequear mi email así que me voy a la biblioteca. En casi todas las bibliotecas de cualquier ciudad o pueblo de NZ disponen de Wi-Fi gratuito, menos mal, porque tanto la velocidad como los precios de Internet dejan mucho que desear aquí. Una vez dentro me encuentro con Sara, de EEUU. Ella es una de las veteranas de Paihia, estuvo aquí por navidades en Cap'n bob, pero ahora se aloja en otro hostal. Sara está haciendo un curso de submarinismo para dedicarse a ello profesionalmente.
Nos vamos a tomar unas cervezas a Mako, un poole bar en frente de la playa. Mako tiene varias mesas de madera en la terraza con vistas a la playa y a veces tocan música en directo, buen ambiente y cerveza a 6$. Charlamos, bebemos, y a las dos horas decidimos irnos a cenar a su hostal. Sara tiene ganas de cenar un pollo asado y me invita a compartirlo con ella. Compramos el pollo en el supermercado junto con una botella de vino y nos vamos a su hostal.
La cena resulta ser mas que aceptable después de todo. Mientras deshago la carne tierna y todavía humeante del ave, una voz a mis espaldas grita mi nombre - ¿¿Oscar?? Me doy la vuelta y resulta ser Julius, de Alemania, está al otro lado de la terraza del hostal. Me hace mucha gracia volver a verle ya que es la segunda vez que me lo encuentro por estas tierras. Esta vez no está solo, se ha echado una novia, una chica japonesa. Conocí a Julius por primera vez en National Park, en la isla norte, a finales de octubre. Coincidimos en la misma habitación en el hostal, él había venido con unos amigos a pasar el fin de semana, yo acababa de hacer el Tongariro Crossing. Casi tres semanas mas tarde volví a verle, esta vez en la isla sur, en Picton. No estábamos en la misma habitación pero si en el mismo hostal. Por aquel entonces trabajaba como ayudante en un barco que se dedicaba a realizar salidas para avistar delfines. Y la tercera vez que lo veo es aquí, en Paihia.
Es curioso la forma en que hemos coincidido, siempre ha sido en los albergues, pero cada momento y lugar en que nos veíamos era una representación de como nos íbamos distanciando poco a poco: en el primer albergue compartíamos habitación, en el segundo, solo compartíamos el albergue, y en el tercero, solo uno de los dos se alojaba en el hostal.
De todas las personas que he conocido a lo largo de mi viaje Julius ha sido el único con el que he vuelto a coincidir, ¿Por qué él? ¿Por qué en tres ocasiones?
Tras los emotivos momentos por el reencuentro y el intercambio de números de teléfono para vernos al día siguiente, vuelvo a la mesa. Sara sigue degustando el pollo. Está anocheciendo, la gente que está sentada en la terraza se va levantando poco a poco, algunos se van a sus habitaciones, otros se van a al salón a ver la televisión. Al final solo quedamos Sara, yo y la botella de vino. La conversación da un cambio de sentido y empezamos a hablar de nosotros, le soy sincero y le digo la opinión que tenia de ella cuando la conocí al principio. Sara es de esas personas que pueden parecer algo serias y ariscas al principio de conocerlas, ella me confiesa que en realidad es una chica muy tímida y por eso se comporta de esa manera. Hacemos planes para el fin de semana, salir por la noche al día siguiente y quedar para jugar a tenis el domingo.
Recogemos la mesa, nos despedimos y me marcho a mi hostal sin saber que ni quedaremos al día siguiente ni jugaremos a tenis el domingo.
Es interesante ver lo fácil que conectas con algunas personas y sin embargo con otras ni siquiera te saludas. Al siguiente día en el hostal conozco un viajero con el que experimento esta sensación.
Es una chica de Finlandia, está viajando por NZ y Asia y tiene a su prometido esperándola en el hogar junto al fuego. Nos presentamos y en seguida empezamos a charlar. Compartimos nuestra experiencia viajando por este país, pero también compartimos sentimientos y emociones y nos preguntamos que nos ha traído a este lugar.
Tras el fin de semana en Paihia decido irme a Auckland, allí hay una amiga que me gustaría volver a ver antes de dejar NZ. Cada vez mas siento que se acerca el fin de mi viaje, estoy en la recta final.
En la carretera me recogen primero dos jóvenes kiwis; coche deportivo, música hip-hop a todo volumen, gafas de sol y handshakes con los puños cerrados, todo un espectáculo. Apenas puedo intercambiar unas palabras con ellos por el volumen de la música. Siento como si hubiese cogido el autobús, me subo, me siento, y espero llegar a mi destino. Por suerte o por desgracia no llegamos hasta Auckland, así que a mitad de camino tengo que hacer transbordo. El segundo y definitivo transporte es una furgoneta con un francés al volante. Es músico y le gusta el submarinismo.
En Auckland voy a alojarme en casa de Aaron. Aaron es el hijo de Erina y Terry, o como ellos se auto definen, los ET's. Erina y Terry eran, y siguen siendo, los propietarios de Pear tree Cottage, donde hice wwoofing en Queenstown, parece que haya pasado un año desde entonces... Tuve la oportunidad de conocer a su hijo ya que hizo una visita a Queenstown por trabajo. Cuando dejé Pear Tree Cottage Erina me envió un email diciéndome que Aaron se había ofrecido a dejarme una habitación si alguna vez pasaba por Auckland, muy amable por su parte, será porque yo le ofrecí mi casa si alguna vez venía a Barcelona. Aaron se dedica a la fotografiá gastronómica, y al parecer es bastante bueno en su trabajo.
El francés, cuyo nombre no recuerdo, me deja justo en la puerta de casa de Aaron, esta es una de las ventajas de hacer auto-stop. Conozco a su mujer Emma y sus hijos Luca y Andy. Tienen una casa muy bonita a 10min del centro de Auckland. Todo el interior esta pintado de blanco, paredes, techos e incluso muchos muebles, lo cual da a la casa una sensación de amplitud. La verdad es que Aaron tiene una familia encantadora y se portan muy bien conmigo. Paso dos noches en casa de la familia Mclean hasta que me cambio al que será mi hostal para las próximas dos semanas, Verandahs Backpackers.
Verandahs Backpackers me lo recomendó un escoces que conocí en Paihia, no quería estar en un hostal inmenso con cientos de habitaciones y adolescentes en busca de fiesta y alcohol, mi perfil es de hostal mas pequeño donde tienes oportunidad de conocer a gente y donde los viajeros tienen otros intereses a parte de emborracharse hasta caer rendidos, y resulta que Verandahs es perfecto. Son dos casas cerca del centro, en muy bien estado y muy limpio.
Mis dos semanas en Verandahs son bastante relajadas, ya son los últimos días en NZ. Entre otros aquí conozco a Samuel y Claudia con los que nos vamos a hacer submarinismo a Goat Island, una isla con una reserva marina aconsejable para bucear y contemplar el fondo, o eso es lo que dicen al menos, porque cuando vamos el agua esta totalmente turbia y no podemos apreciar nada. Para quitarnos el mal sabor de boca por haber pagado para nada, nos vamos a una playa cercana a pasar el resto del día.
Samuel continua su viaje hacia el norte con el coche que acaba de comprarle a Claudia, ella y yo nos volvemos a Auckland. Los dos sabemos que hay una buena conexión entre ambos, pero también sabemos que no llevará a ninguna parte, así que lo dejamos como está.
Al día siguiente Jorge llega a Auckland desde Barcelona. Jorge es un antiguo compañero de clase que hace unos diez años que no veo, sin embargo nos vamos a ver aquí, en Nueva Zelanda, a 20.000km de nuestro hogar. Se ha enterado de que estoy aquí gracias al facebook y ha contactado conmigo, he aquí un aspecto positivo de esta red social.
Viene a visitarme al hostal y nos vamos a tomar unas cervezas con unas amigas, me hace ilusión volver a verle, pero al mismo tiempo es una sensación extraña al encontrármelo por este rincón del mundo.
Jorge va a hacer couch surfing; el couch surfing es otra modalidad de viajar que te permite pasar una o dos noches, o mas, en casa de gente que reside en la ciudad que vas a visitar. Es otro intercambio entre viajeros del que se puede sacar mucho provecho por lo que comprobare los siguientes días.
Una de las casas donde Jorge hace couch surfing esta en Waiheke, una isla a unos 40min de Auckland. Una buena idea para recorrerse la isla es alquilar una moto, así que dicho y hecho. Cojo el ferry por la mañana y Jorge me espera con la moto en la isla. Primero nos pasamos por “su casa” y como buen invitado quiere hacerle una tortilla española al anfitrión, yo ya he perdido la cuenta de las tortillas que he hecho como agradecimiento, pero esta será la última.
Después de la sesión de “con las manos en la masa”, nos vamos a dar unas vueltas con la moto. Recorremos carreteras por las que apenas circula un coche contemplando el paisaje, nos bañamos en playas desiertas y nos tomamos unas cervezas al lado del mar. A parte de esto, Waiheke no tiene nada mas de especial, es una isla poco poblada con bonitas playas.
A las 19h tengo el ferry de vuelta, Jorge me lleva al muelle justo a tiempo, y tan justo, tengo que saltar del muelle al ferry porque el barco ya zarpaba, desde luego no se que me pasa con los barcos que siempre llego con el tiempo justo para cogerlos (recordar capitulo de Wellington).
Apenas me quedan 4 días en NZ y no quiero pasarlos en una ciudad. Jorge y yo decidimos irnos a Paihia, ¡Será mi tercera vez en Bay of Islands!
El fin de semana ha empezado con lluvias, pero nosotros queremos hacer kayak, si, o si. Alquilamos un kayak doble para 4h y nos echamos a la mar. Jorge se sienta en la proa mientras que yo ocupo la popa. Cargamos con víveres, dejamos la playa y empezamos a remar. Al poco vemos unas nubes bastantes negras en el horizonte, parece que se atormenta una vecina, pero a nosotros no nos importa, tenemos un objetivo: ¡¡Queremos conquistar el islote que tenemos en frente!! conseguimos llegar a tierra y nos sentimos satisfechos.
Jorge saca su kit de pesca anti-crisis: cuerda, plomo y cebo, y prueba suerte en las bravas aguas de la bahía. Le bastan 3min para darse cuenta de que estamos perdiendo el tiempo y de que es mejor que levemos ancla y salgamos a explorar los mares. Empiezan a caer algunas gotas, pero eso no nos detiene. Sin embargo tenemos un pequeño problema con la dirección de la embarcación, parece que por mucho que intentemos remar de forma coordinada, tratando de seguir una linea recta, el kayak acaba virando a estribor, ¡¡Incluso a veces cuando solo utilizamos el remo derecho seguimos virando a estribor!! Nos han timado pero bien, seguro que el tipo que nos lo ha alquilado se esta revolcando de la risa viéndonos desde la playa.
Pero nosotros no nos rendimos, seguimos con nuestra aventura marítima. Además yo estoy muy metido en el papel de remero. Nuestro destino es llegar hasta un peñón que delimita el final de la bahía, es el punto mas lejano al que se nos permite llegar, pero modificamos nuestro rumbo ya que las condiciones son demasiado adversas, decidimos entonces dirigirnos hacia el río y remontarlo hasta llegar a la Gran Cascada (lo pongo con mayúsculas para que parezca realmente grande).
Remamos con intensidad, el oleaje arrebate contra nuestro Kayak del carrefour, pero se mantiene estable. Hay otros sin embargo que no lo han conseguido, divisamos un pájaro muerto a la deriva, eso nos indica que la ruta no esta exenta de peligros.
Seguimos navegando y entramos en el río, la lluvia sigue cayendo sin cesar, y menos mal porque si cayera él nos dolería, (momento para chiste malo). Las aguas son ahora mas tranquilas, la navegación se hace mas placentera lo que nos permite al mismo tiempo disfrutar del paisaje a un lado y otro del río. Es una bonita imagen la que ofrecen las decenas de pájaros que se posan en las ramas de los arboles que están a las orillas de la desembocadura.
Al final llegamos a la gran cascada, no es el Niagara pero no esta mal. Jorge desembarca para darse un baño, parece que no ha tenido bastante con la lluvia, mientras yo me divierto acercándome a la cascada para luego dejarme llevar por la corriente tratando de sortear las rocas.
Recojo a Jorge y seguimos con nuestra aventura esperando que Poseidón se ponga de nuestra parte. Todavía disponemos de tiempo antes de amarrar el navío, así que asignamos un nuevo objetivo y rumbo, PESCAR. Salimos otra vez a mar abierto y amarramos en una superficie rocosa donde nos han sugerido que podríamos tener éxito con el sedal.
De nuevo Jorge saca su kit, prepara el cebo, lanza la cuerda y esta vez la fortuna esta de nuestro lado, apenas pasan un par de minutos y ya ha picado uno. El problema es que el pez es demasiado pequeño, pero ha picado de tal manera que no sobrevivirá, lo devolvemos al mar, ¿Pensando que va a resucitar o que? En fin, volvemos a lanzar el cebo, estamos de suerte, vuelve a picar otro, pero tampoco alcanza la medida mínima y tampoco sobrevivirá, así que después de matar a dos inocentes peces inútilmente pensamos que lo mejor es dejarlo por hoy. Pero no queremos irnos con las manos vacías, por lo que recogemos unos mejillones y nos los hacemos al vapor en el hostal.
Ponemos rumbo a la playa y acabamos así con nuestra aventura por bay of Islands, la próxima vez creo que alquilaremos un bote.
Al volver al backpacker nos encontramos con Katrina de Australia, una amiga de Auckland que ha venido a pasar el fin de semana con nosotros. Acaba de llegar a Nueva Zelanda por lo que este es el inicio de su viaje.
Llevo 5 meses comiendo en los hostales, cargando con la comida de un lado a otro y cocinando cada día, pero esta noche quiero que sea diferente, quiero salir con mis amigos a cenar a un restaurante decente, esta noche toca pescado.
Mientras Jorge y yo nos tomamos unas cervezas en Mako esperando a Katrina, vemos pasar un chico con una camiseta del Barça. Jorge suelta un ¡Força Barça! Y el chico inmediatamente se gira hacia nosotros. Nos pregunta si somos de Barcelona, le decimos que si y empezamos a hablar en catalán. Es la primera persona de Barcelona que conozco desde que he llegado a Nueva Zelanda.
Cenamos en un restaurante llamado Seafood que se encuentra a unos metros de Mako. Seafood es una casa colonial antigua reformada y convertida en restaurante. Atravesamos un pequeño jardín antes de llegar a la terraza. Compartimos mesa en la terraza con una familia alemana y dos hombres Australianos que han venido a pescar a NZ. Los Aussies parecen gemelos, están sentados uno al lado del otro con sus imponentes barrigas que denotan una buena vida de jubilados. Intercambiamos algunas palabras con ellos, son bastante divertidos.
La cena es deliciosa, y la compañía todavía mas. Después de la cena y unas copas volvemos al hostal. A la mañana siguiente Jorge coge un autobús en dirección a la costa oeste y yo me vuelvo con Katrina a Auckland, así que me despido de Jorge con un abrazo. Me ha gustado volver a verle y pasar estos últimos días con él. Jorge, espero que disfrutes de tu viaje, ¡cuidate!
15 de febrero, embarco en el avión a las 12:45, me esperan unas 25 horas de vuelo. Mi experiencia en Nueva Zelanda ha llegado a su fin tras 5 meses de aventuras.
16 de febrero, 08:40, mi avión aterriza en el aeropuerto del Prat, ya estoy en casa.